Cuando la Música Mata a la Palabra

diciembre 21, 2006


Este es un artículo que me llamó mucho la atención y me parece muy bueno para compartirlo con todos ustedes. Anhelo que pueda abrir nuestras mentes, corazones y tomemos conciencia porque lo que se relata en el siguiente sucede y es algo que debe cambiar en nuestras congregaciones.


Un Gran Problema de las iglesias

Es triste comprobar que muchas personas no quieren pisar una iglesia debido al volumen excesivo de los instrumentos. Audífonos rotos, vecinos irritados, denuncias y otros lamentables resultados provienen del mal uso de algo que debiera darle gloria a Dios: la Música en las congregaciones.

Un Ejemplo:

Esta es una historia real. Esta persona es baterista y comenzó a ministrar en la iglesia a la edad de 11 años, hoy ya un hombre de 30 años. Conforme fue creciendo también creció su amor por Dios; desarrolló el talento que Dios le dió y además estudió en el conservatorio piano y violonchelo.
En esos tiempos, comenzó a descubrir el movimiento especial de la alabanza y adoración de una manera muy peculiar. Hasta acá todo bien. Sin embargo, en el camino algo pasó. A veces la base del llamado perderse y el enemigo, si no puede destruirnos, al menos tratará de desviarnos del objetivo principal.
Para este joven eran años de tocar bien, de "levantar" a la congregación con redobles y platillazos, de estar atento al director de alabanza o al pastor, a fin de hacer lo mejor posible para el Señor.
Cientos de horas de ensayos acumuladas y esfuerzos de todo tipo. Letras y canciones escritas y más de una felicitación adornaba su música.
El Problema: Pero toda esa música estaba matando la Palabra.
Sí, así de crudo y por un detalla: continuo y constante sobrepaso de los límites sanos de volumen. En otras palabras ¡¡mucho ruido!!
Hace un tiempo, y luego de innumerables llamadas de atención de las autoridades, de explicaciones y recursos agotados, se decidió tomar una muy práctica y tajante decisión: la batería sería guardada hasta nuevo aviso. Es que lo que no entra por la razón, entra por la fuerza. Y así pasó. Contrariamente a lo que este muchacho imaginó en un principio, la congregación alaba y adora lo más bien al Señor. Es más, lo hace mejor porque ya no hay ruido, ahora hay música que ayuda a que el mensaje de la canción cumpla con el objetivo de alabar y adorar a Dios.
Consta que en esta mira también estaban el bajo y la guitarra eléctrica, pero los otros muchachos entendieron el mensaje. Esta costumbre también se había contagiado a otros bateristas y músicos. Por eso la decisión fue drástica.

¿Cómo no lo vemos?
¿Qué pasa en nuestras cabezas de músicos cuando olvidamos que lo importante es la palabra, la letra? No nuestros arreglos o nuestras "bellezas" musicales.
La técnica está más que bien, pero si quiere imponerse al Espíritu, entonces no sirve y perjudica. Sin desearlo pasamos a ser instrumentos de destrucción y no edificación.
Si un redoble, una escala, una voz, un yeite o lo que fuera, desvían la atención de lo que el Espíritu quiere hacer en una persona a través de la palabra o la letra, no sirve. Y ni que hablar si es palabra es la de Salvación, y el que intenta oír es un inconverso.
Es cierto que una buena ejecución ministra también, pero como dice Marcos Witt: "Si tienes ganas de ser oído, ve a tocar a una plaza da un concierto por ahí, pero por favor, no lo hagas en la iglesia".
Es muy cierto, en este caso fue algo muy sutil, muy bien planeado por el enemigo. Las razones técnicas abundaban y las justificaciones sobraban. Pero todo esto se cayó ante la evidencia triste de que el objetivo original se desvirtuaba en concretas formas.
Una vecina que no tolera más ninguna clase de ruidos, vecinos que no entran a la iglesia, el audífono de una hermana roto y muchas quejas por el ruido. La música no estaba edificando, estaba destruyendo.
Este joven entendió que de no modificar esa conducta y la forma (para nada rebelde y malintencionada) de tocar, las consecuencias serían muy malas. Por ejemplo, las almas que se pudieron haber perdido a causa del ruido. Eso si es grave.

¡A bajar el Volumen!
Para cerrar este llamado, quiero instar a los músicos y cantantes a que no se aparten de la función básica de la música en la casa de Dios: ministrar alabanza y adoración a Dios y ayudar al pueblo a llegar a la Presencia de Dios..
Realmente es difícil entender esta cuestión cuando no hay "víctimas" a la vista. O cuando creemos estar haciendo las cosas bien. Podemos hacer algo para detectar nuestro nivel de ruido: consultar a las personas que nos oyen si entendieron la letra, si no molestó la ejecución, y si la música fue de bendición.
Pero, atención, no le preguntemos solamente a los jóvenes de la iglesia. Preguntemos a los ancianos, a los mayores, al pastor, a los líderes y muy especialmente: a los vecinos.
En este caso no fue necesario preguntar a los vecinos, ellos se hicieron escuchar.
Es hora de tomar conciencia y entender que lo que importa es la Palabra, no la música. Y que Dios tomará en cuenta nuestro obrar en el instrumento en que nos haya levantado. Lo importante son las almas. Lo importante son las vidas. Lo importante es la Palabra.

En cuanto a nuestro joven, aparte de entender la lección, pudo disfrutar de sentirse amado y querido por sus pastores. Al fin y al cabo, lo estaban cuidando a él y a sus compañeros y por supuesto a la congregación.
Seguramente, si la batería vuelve a esa congregación este joven tocará tan despacio, que tendrán que pedirle por favor que suba el volumen y entonces sabrá que las cosas van bien. Pero con la experiencia vivida y el amor a las personas que oyen, contestará: "No así está bien. Se puede espantar la paloma del Espíritu".-

Podés también leer: El Sonido en las Iglesias

Creado y Publicado por TodoGospel

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1 Comentarios

  1. es muy cierto todo esto, la gloria le pertenece a dios y no a los musicos

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